Las doncellas de Barbazul (a propósito del film de Catherine Breillat)

Author: Javier F. Noya /


Dos niñas sufren
La muerte de su padre
La muerte del dinero
Que sostenía 
la blancura de sus bragas.

Lloran las niñas
 Frente al umbral,
Su hogar ya no se paga
Porque su padre muerto
Es la muerte del dinero.

Quedan allí, 
esperando junto al arcón 
Donde caben sus vidas
Donde cabe 
la piedad de la oración,
Donde la sintaxis de la caridad
Pierde el sujeto.

Lloran las niñas
Que caben en el arcón.

Hubieran querido
Llamarse Pandora.

Lloran las niñas
Subidas al carruaje
Junto al arcón de sus vidas.

Lloran sus pies
Que pisarán
El país de las mancebas,

Y se hizo papel

Author: Javier F. Noya /

El seis de Agosto pasado, presenté "Cuarenta", primer poemario individual en papel. Concentra algunas publicaciones de aquí, tamizadas por la insufrible corrección, y otros poemas y textos que nunca fueron publicados. Agradezco a Hernán Casabella, de la Editorial Textos Intrusos, que hizo posible esta osadía. Y debo agradecer a Daniel Ortíz por su análisis y piedad hacia mis escritos, como a Raúl Filipi, primer actor que accedió a recitar algunos. Y tuve el privilegio de contar con el Prólogo de Fabricio Simeoni, gran poeta rosarino. También agradezco a los que concurrieron al evento (debo resaltar al presencia de las blogueras Rochies y Crista Smith) y a todos los que han emitido la mejor energía. Y a ustedes, blogueros queridos, que con sus comentarios y aportes hicieron posible este atrevimiento. Y hasta es posible que puedan contar con uno, si lo desean. Los abrazo.

Indiferencia de la ceniza

Author: Javier F. Noya /

La ceniza mira
Pero nunca recoge
Porque amansa sombras
Que gimen bajo luz de luna
Gajos de espanto
Mitos de fieras
Pasos solitarios
De cazador furtivo
Que varan en mi umbral.

El dedo acusa la pared sucia
Y el hongo maligno
promete compañía.

La vereda se hunde,
La calle diagrama la deriva.

En este océano de baba
Que Buenos Aires derrama
Sin lascivia siquiera
Espasmos de amores yermos
Locuras a la intemperie
Vasos de brindis
Vidrios gruesos
Desencanto vulgar,
Se siembran con desgano,
Como un arrozal:
el agua hasta los tobillos
Y las manos recogiendo
Leyendas de amores ahogados.

La luna menguada no avisa.

El viento se escurre.

La ceniza,
mi fiel testigo,
renuncia.

MEMORIA SALIVAL DE UNA TARDE

Author: Javier F. Noya /



Astillas de lo probable
juegan a buscar un blanco.

Navegan por este océano
de pérfidas transparencias
que distraen con el ojo
lo que alimenta al tacto.

Ésta es la mano que se alza
y no la que pudo haber escrito
que antes de la tinta era tu sangre
y antes de tu sangre era delirio.

Ésta es la piel seducida
cosida
fundida
regada
secada
quemada
hundida
rasurada
abrigada
desnudada
be-sa-da,
no la que busca en lo postrer
una pizca de permanencia.

La saliva regresa
con refuerzos de palabras silenciadas
y recuerdos de
su hambre ancestral,
su caníbal placentario.


Pero
el abismo de la boca abierta
es su partida y su arribo
y lo verbos derivan
y se hacen ruido,
fluido de órganos,
desmemoria..

Se sacrifica el día,
poco exige.

Apenas una reverencia
al calor de un sol vespertino
que arderá en el fulgor de las ventanas.

Mis formas de morir
beben un poco
y descansan en paz.

A Los dueños del amor a la tierra que se les roba (dedicado a la comunidad Qom, que está siendo despojada de sus tierras)

Author: Javier F. Noya /

Ellos tocaban los sueños
como un niño a su aventura de la siesta.
Tenían permiso de las estrellas
para hospedarse bajo su luz
y del sol para caminar el mundo.

Pero las verdades del verdugo...
la crueldad
del que pisa ignorante de lo pueril que es su tiempo...
¡Soberbia humana que provoca venganza!

El yerro nos distingue
de bestias y ángeles y demonios.
El yerro cegador del horizonte largo
que deja huella de mundo humano
en el aletear de las nubes
y un aire extraño ahoga,
y un terruño estéril calcina
y se hace hogar esta nueva impudicia.

Pero esta tierra maniatada,
parcelada con registros y prebendas
no parece olvidar a la auténtica poesía.

Canta entonces la voz de sus hijos
que la tranquera acusa de brutos
y de canción analfabeta.
La alambrada y el trépano
cargan las armas para resistir la marcha
que sabe ser suplicio:
los brutos recitan y riman
entre silbidos de balas, pisando incendios.

Y se abre paso la huella
en la espesura de la falacia
que lee libros piadosos
y pretende prohibirles su canto.

Todo catecismo nace
para comulgar con las monedas
comprando la fe a cambio de lo que se debe creer:
sólo es el que posee.

Pero a los que aman
se les niega el dominio de su miedo
y se les da señorío de sí mismo.

Y la lucha por la tierra
combate el artilugio del valor de la renta:
es el duelo
entre el odio y el amor,
entre la hembra fértil
y el semen de la muerte.

Y con sus cantos de bruto mineral
con su paso de pasturas peinadas por el viento
acampan en el piso del avaro
y resisten la codicia
para sembrar la vida.

Intento de poema ensartado por Heidegger

Author: Javier F. Noya /

Si supieras qué hacer
Antes de la gran certeza...

Una respuesta,
sólo pides
Una respuesta
Y tu niño sufrirá una sola vez,
No cada noche
En que debes
Drogarlo
Emborracharlo
Amordazarlo
matarlo
Y volver a enterrarlo

Porque no saber obliga
Al sacrifico ciego de cada día
Matando también
Unos pocos deseos:
Los niños que fuiste
Las glorias que soñaste
Y las máscaras que te ocultaron
A medias.

Porque si fuera posible
Esa otra certeza
Ese qué hacer
Seríamos hombre muerto
Y por instinto
Preferimos cada noche
Matar nuestro niño
Eyacular una esperanza
Organizar el orgasmo
Y cosechar la incertidumbre.

Se acerca el filósofo
Que avizora su último umbral
Y extiende su mano,
Me ofrece su última gota de pensamiento
Y me dejo vejar por la razón
Y me desgarro
Y caminamos juntos
Con el tiempo distanciándonos
Provisoriamente

Y río a carcajadas
Por ese bucólico cómplice
De la máquina de odiar
Y me derramo en la postración
De cada ilusión abandonada
Y con media máscara
Simulo un perdón
Que a nadie importa
Sólo porque la poesía
Fue su último altar.

Halo de luz, marca y mañana

Author: Javier F. Noya /


   Supongo que ya estaremos preparados para aliviar el tiempo perdido que se fue soplado por vientos de luna menguante. Supongo que las velas negras que se inflan con el desaprensivo empujón oscuro, nos derivarán al terreno de los desarmes consentidos y los fingidos, todos igual a pedir de lengua ardiendo.  Supongo que un conteo caprichoso augura cuarenta y ocho veces de despedidas silenciosas y última fricción de sexos. Supongo que una lluvia de temores y las corrientes de los sudores hechizados por el doquier de nuestras cópulas nimias (un cotidiano estertor de minutos falleciendo en la espera de cualquier transporte) despertarán con el contacto principesco del diente mordiendo el labio, pues los cuentos de hadas mienten: la laceración de lo conquistado es la única virtud monárquica, su verdadera propiedad; jamás lo serán el amor o esta amalgama de humedad y siestas sobre tu pecho con las que recobro aliento.
     Y supongo que especulo con algunas revoluciones por segundo tan diáfanas como el triángulo de luz que ilumina tu tatuaje (te marca el sol, te abriga  la luna que lo acopla y las plumas del pasado ascienden como el polvo denunciado por el revuelo de mis manos arrancándote los breteles), porque habiendo sido hombre muerto, con tripas hechas humo y nalgas olvidadas, perdidas en la rutina de excretar noches sin arte, se conoce bien lo que significa el frío.
       Entonces, si transpira mi lado, el que el azar acercó a tu perfume, si huelo más que sangre seca de costras viejas, si olvido mis biberones de imposibilidad y mis pastillas contra las utopías sólo me provocan acidez, si las yemas de mis dedos tocan tu aquí, se  deslizan  acariciando el sol/la luna que guarda tu espalda como un ángel libre, un echado del paraíso que eligió protegerte por sí mismo, entonces por qué no suponer que supongo     que hay colores verdaderos esperando lo que será.

Expectatum

Author: Javier F. Noya /

Alguna noche ocurrirá.

Pregunta a los pétalos de la tristeza
Que en silencio se dejan caer
Sin confesar ninguna respuesta.

Alguna vez va a suceder.

Como ocurren los días huecos
Sin nada por hacer
Sin lamento, sin prender fuego.


Subirán
Como tallos esclavos de luz
Como hijos que ignoran su cruz:
Felicidad
Que no comercia culpas.

Será el próximo vientre
O la mañana venidera
O lo ya ganado
A la madrugada distraída


Llevando en las suelas
Como huellas escapando del camino
Una hora que carga infinitos
Que lanza besos dulces
A la humedad de nacer.

Te toca
Como si viviera dentro tuyo

Aun antes de que fueras.








Poema del circulo virtuoso de haberte conocido

Author: Javier F. Noya /

Entonces
Despellejado por los recuerdos
La carne se deja estar
Para ser alimento y otro
O el opaco abandono
Del próximo latido.

La boca no pregunta,
Engulle silencio
Y caga gritos
Y me digo, me engaño,
Por ese entonces,
Si Ese carril
que nace a mis espaldas
Y continua bajo mis pies
persigue el horizonte.

Entonces
Me mira tu deseo
Y descubre su hambruna.

La carne espera,
Quieta,
La noche del camino
La luna de tu gracia
El marfil de tu boca
Tu salivar rojo.

Ése es su propio color
Y sabiéndolo
Espera esparcirse
Como un derrame
Que te inunde
Volviendo

así

Al primer instante

De lo que vieron

mis ojos

Al cerrarse

delante tuyo.

Yo lo vi (humilde homenaje al universo borgeano)

Author: Javier F. Noya /


Yo lo vi, desarmando relojes, combinando mecanismos, sentado en el escritorio que se apoyaba en la pared opuesta, inclinando su espalda ya encorvada de tanto hacerlo, enfundada en un guardapolvo otrora blanco, hoy color tiza desgastado, con el que se investía de las ínfulas de científico. Yo vi su cabeza calva, apenas rodeada por una pelusa gris, horas y horas atornillando y desatornillando, hasta que se levantaba, tomaba un reloj de bolsillo, de marco dorado y grandes números romanos, y caminaba hacia el espejo, encorvado y fijando sus ojos hundidos y oscuros en él. Se detenía delante y miraba, no a mí, sino a su propio reflejo, a su rostro pálido, su perfil de media luna y sus labios tan finos que, aun cuando refunfuñara y desarrollare su soliloquio de siempre, parecían seguir unidos. Yo lo vi. Vociferaba "pero cuándo es este día....pero cuál es" delante de mí, del espejo que para él no era más que un vidrio bañado en nitrato de plata. Yo lo vi. Días y días sentado en su escritorio, Armando y desarmando, caminando con el reloj de bolsillo por la habitación y deteniéndose en el espejo, delante de mí, enfrentando junto a su rostro el reloj, observando el segundero marchar como si retrocediese en su reflejo y preguntando una y otra vez cuál era ese día. Así y así hasta que el roce de las chinelas de su mujer se detenía frente a la puerta y anunciaba que la cena estaba lista. Yo lo ví refunfuñar y no obstante abrirla, salir delante de ella que se quedaba quieta esperando mientras miraba el piso, con el delantal de margaritas atado a su cintura. Yo lo vi señalar las margaritas y proferir "y cuál de esas es esta Margarita, cuál está aquí" y seguir paso hasta la mesa del comedor. Yo lo escuché haciendo contrapunto de sorbidos con su mujer mientras tomaban la sopa. Al tiempo también los vi comer, no se miraban. Él siempre le pedía, amablemente, que le sirviera más vino.
Yo vi también, después de tantas veces de reflejarse con el reloj junto al espejo, que su mirada se perdía, su ánimo se desesperada y volvía y volvía a reflejarse. En sus caminatas concentradas, en sus preguntas de siempre no advirtió que me comenzaba a traspasar. Y temí que fuera un acontecimiento terrible. Yo vi hacerlo, conjurar en idiomas extraños y proferir diatribas, hasta que un día el espejo quedó detrás de mí y él se fue desvaneciendo. Extendí primero mi mano, luego di un paso, y lo traspasé. Pude salvar el reloj de su inevitable caída al suelo con un movimiento rápido, un reflejo inexplicable.

Las chinelas detuvieron su arrastre delante de la puerta y la mujer anunció que la cena estaba lista. Abrí la puerta sin pensarlo y sobrevino el miedo. Yo no era él, yo no tenía ni su estatura, ni su vestimenta, ni su olor. Ni siquiera conocía mi aspecto; aun no había podido verme en el espejo. Pero ella no dijo nada. Sólo esperó. Me dirigí hacia el comedor, me senté en la mesa y la mujer hizo lo mismo. Comimos en silencio, no nos miramos. Le pedí otra copa de vino, amablemente.

Regreso del poema

Author: Javier F. Noya /

Las palabras vuelven
Y ruedan en el sinfín
de lo que no sucede,
Como una caricia azul
Un despeñarse por sales rojas
Un arder de labios lastimados
Una posesión eterna del miedo
O, simplemente,
Como un silencio que se cansa.

Elijo al azar
(ruedan enlazadas)
Y entre dos suspiros
Una cima de ocres dormidos
Cubre la zanja de la demora.

Abre el tiempo su acequia
Y sobre una siesta vespertina
Se derraman los fluidos
De Un orgasmo herido.

No dije.

Sólo escuché.

Se hizo poema.

vísperas de brindis

Author: Javier F. Noya /

Lascivia ácida quemándonos la boca, púrpura de nuestros propios obispos: los quemadores de flores que festejaron sorbiendo el almíbar de la luz que hecha brasa invisible, que quemará nuestra carne oculta hasta que no pueda contener la sangre que brota para regar los pastos y semillas de nuestras alas. En el fulgor del brindis, despegándose el apocalipsis de azúcares rebelados de su dulzura, apunta los dardos de alcohol al vientre y asesta el blanco preciso del deseo. Remolinos de zozobra derriban tus murallas, y en dosis letales para el sarcasmo, irrumpen y arrebatan cualquier excusa. Sólo se pausa el calvario de este dolor en vías de sacrificio por el cristal buscando su música, la invocación de la salud hecha proclama que se esfuma cruzándose con los cortes irregulares de los dulces entregados, con  desgano, a la frialdad de la porcelana. No es nuestro entuerto, ése de pastas y glucosas esclavas de su destino. Sabemos que nuestro fermento confluye en el ocaso del reposo de los alcoholes, como preludio de lo que dejaremos de mirar para dejarlo hecho cuerpo, reguero de orgasmo...y mientras tanto te huelo.