Intento de poema ensartado por Heidegger

Author: Javier F. Noya /

Si supieras qué hacer
Antes de la gran certeza...

Una respuesta,
sólo pides
Una respuesta
Y tu niño sufrirá una sola vez,
No cada noche
En que debes
Drogarlo
Emborracharlo
Amordazarlo
matarlo
Y volver a enterrarlo

Porque no saber obliga
Al sacrifico ciego de cada día
Matando también
Unos pocos deseos:
Los niños que fuiste
Las glorias que soñaste
Y las máscaras que te ocultaron
A medias.

Porque si fuera posible
Esa otra certeza
Ese qué hacer
Seríamos hombre muerto
Y por instinto
Preferimos cada noche
Matar nuestro niño
Eyacular una esperanza
Organizar el orgasmo
Y cosechar la incertidumbre.

Se acerca el filósofo
Que avizora su último umbral
Y extiende su mano,
Me ofrece su última gota de pensamiento
Y me dejo vejar por la razón
Y me desgarro
Y caminamos juntos
Con el tiempo distanciándonos
Provisoriamente

Y río a carcajadas
Por ese bucólico cómplice
De la máquina de odiar
Y me derramo en la postración
De cada ilusión abandonada
Y con media máscara
Simulo un perdón
Que a nadie importa
Sólo porque la poesía
Fue su último altar.

Halo de luz, marca y mañana

Author: Javier F. Noya /


   Supongo que ya estaremos preparados para aliviar el tiempo perdido que se fue soplado por vientos de luna menguante. Supongo que las velas negras que se inflan con el desaprensivo empujón oscuro, nos derivarán al terreno de los desarmes consentidos y los fingidos, todos igual a pedir de lengua ardiendo.  Supongo que un conteo caprichoso augura cuarenta y ocho veces de despedidas silenciosas y última fricción de sexos. Supongo que una lluvia de temores y las corrientes de los sudores hechizados por el doquier de nuestras cópulas nimias (un cotidiano estertor de minutos falleciendo en la espera de cualquier transporte) despertarán con el contacto principesco del diente mordiendo el labio, pues los cuentos de hadas mienten: la laceración de lo conquistado es la única virtud monárquica, su verdadera propiedad; jamás lo serán el amor o esta amalgama de humedad y siestas sobre tu pecho con las que recobro aliento.
     Y supongo que especulo con algunas revoluciones por segundo tan diáfanas como el triángulo de luz que ilumina tu tatuaje (te marca el sol, te abriga  la luna que lo acopla y las plumas del pasado ascienden como el polvo denunciado por el revuelo de mis manos arrancándote los breteles), porque habiendo sido hombre muerto, con tripas hechas humo y nalgas olvidadas, perdidas en la rutina de excretar noches sin arte, se conoce bien lo que significa el frío.
       Entonces, si transpira mi lado, el que el azar acercó a tu perfume, si huelo más que sangre seca de costras viejas, si olvido mis biberones de imposibilidad y mis pastillas contra las utopías sólo me provocan acidez, si las yemas de mis dedos tocan tu aquí, se  deslizan  acariciando el sol/la luna que guarda tu espalda como un ángel libre, un echado del paraíso que eligió protegerte por sí mismo, entonces por qué no suponer que supongo     que hay colores verdaderos esperando lo que será.