Voluntades circulares

Author: Javier F. Noya /


Era el momento en que quería encender el cigarrillo, ya puesto en mi boca, entrecerrando los párpados antes de que la chispa y la llama me irritaran la vista, justo con el pulgar girando la ruedita de la piedra del encendedor para que el chasquido fuera el anuncio de que después vendría la espalda contra la cama, el techo recibiendo las bocanadas de humo y nada más; pero no, el dedo pulgar tomó por asalto al medio, al anular y al meñique, ciñéndolos con fuerza para que el índice se irguiera pretendiendo un falso escape hacia la botonera del teléfono, cuyo auricular desgarrado por la otra mano buscaba alivio apoyándose en la oreja, susurrándome el lamento de su tono hasta que el índice tránsfuga marcó esa secuencia de números que no quería, como dije, porque no quería nada más que mirar el techo llenándose de nubecitas de humo, nubecitas pop, pompas de exhalación de la boca puesta para dejar salir la pitada como una locomotora vieja; pero sí, el ruido del auricular marcando el tono de la llamada una, otra, otra, otra, y luego tu voz dándome un hola de lo más involuntario, que no quería, menos después de discutir como lo hicimos, de que me dijeras que era un estúpido celoso, que cómo se me había ocurrido ir al trabajo y plantarme seis horas delante del ventanal del negocio, haciendo sombra con las dos manos como un simio (dijiste así y no sé cómo se te ocurrió eso de simio) justo ese día en que vinieron a inspeccionar desde la casa central, y tus compañeros ni te cuento todo lo que me dijeron y las turras de mis compañeras (algunas dejaron de ser amigas desde ese momento, porque hay cosas que no se dicen ni en broma y menos ahora que, encima, me van a echar porque tenía que comprender que era cuestión de imagen de la empresa, que nadie tenía la culpa pero no podía aceptarse una persona así parada frente a la vidriera –como un celópata simio estúpido, dijiste esta vez- del negocio, como si le estuviéramos debiendo algo o nos estuviera reclamando quién sabe qué, pero que no me preocupara, me pagarían todo lo de ley y me darían una carta de recomendación) y yo no tenía la menor gana de escuchar ese “hola” y menos decirte “hola” para que el cigarrillo terminara mandando la ceniza al suelo mientras la exhalación de cada pitada iba dirigida hacia cualquier lado menos al techo, y me mandaras a la mierda agujereando mi tímpano con tus gritos y el ruido de tu teléfono colgando cuando quería explicarte que sólo quería mirar al techo y nada más.

11 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Ups, tanto meditar para terminar haciendo lo lo que no quería hacer el personaje. Buen relato, ágil, con un buen final.

Saludos cordiales.

Aída

TORO SALVAJE dijo...

El mundo está lleno de desagradecidos.
Y además le llama simio.
Que no se disguste.
Y que se quede fumando.

Saludos.

VeroniKa dijo...

Desde luego, a veces no te dan tiempo ni siquiera a soltar el humo de la boca y ya estan mandandote al carajo. Qué impaciente es la gente!

me ha gustado es del HOLA INVOLUNTARIO. lo aplicaré.

besote.

Fernando García Pañeda dijo...

Muy buena forma de monólogo interior, continuo, en un sólo párrafo. Y muy apropiado para ese chocante contenido.
Excelente.
Un saludo.

Yoni Bigud dijo...

Los dedos índices y la voluntad se parecen en mucho. La mayoría de las veces hacen lo que quieren.
Muy bueno.

Un saludo.

Zayi Hernández dijo...

Algunas mujeres son más tontas que otras... si bien los celos no son buenos, menos lo es la indiferencia.
Que no la llame, nadie se muere de amor: ni porque le falte, ni mucho menos porque le sobre...
Un beso.

Alejandra Mattaloni dijo...

Es mal consejero el techo, contiene mensajes subliminales, econde respuestas, a veces resulta peligroso escucharlo, puede inducirte a fumar en la cama o a desarrolar celopatías.
La culpa la tuvo el techo!
Besote!T.A

El Vocero dijo...

Todo culpa de la telefonía móvil...:P
Y de las tabacaleras.....
Y de los celos....
Y de las mujeres indiferentes...
Y de CFK....
Y, ya que estamos y está de moda, culpa de Dios y del Ché.

Abrazo

Susana Peiró dijo...

Me arrancaste la sonrisa mañanera (todo un mérito en una mañana como la de hoy)

Te seguí hasta el punto final, en medio del humo y el relato sobre esa ingrata y tu voluntad. Muy entretenido Javier!

Un Abrazo!

aapayés dijo...

Gracias por pasar por mi blog y dejar tu comentario se aprecia.. te enlazo y así poder acercarme con mas frecuencia.. un gusto leerte..

Un abrazo
Con mis
Saludos fraternos...


Que disfrutes de un buen fin de semana... mis mejores deseos..

Unknown dijo...

Las paredes y los techos hablan, llueven y gritan...aunque el humo a veces suele hacerles cosquillas, siempre que no agarremos el auricular y dejemos de verlas flotar y flotemos...con ellas.

Simplemente me gustó y mucho...

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