¿Qué sería de este hombre hecho faro, erguido en su costa y con la intermitente luz de su entendimiento palpando la oscura inmensidad que lo rodea, si aclarase en un instante la vida y supiera que sólo le resta seguir el sabio camino de los elefantes, el trayecto necesario para depositar su osamenta cansada donde todos, antes que él, las dejaron? ¿Qué sería del albedrío, libre o esclavo, que decide forzando la deriva? ¿Qué sería del ritmo de sus mareas su supiera que un poco de luz de luna es sólo un síntoma? El acantilado se enarbola cuando la espuma brota como un exabrupto del ronquido de la rompiente, tan grave, tan profundo, tan debajo. No horadará la piedra tan rápidamente. No demolerá los muros con tanta premura. La paciencia es virtud de lo natural, la constancia el modo sigiloso de cumplir su cometido. Lo imperceptible es aliado incondicional que define el instante, el vaivén de las olas, el silbido del viento, la espuma explotando y deshaciéndose en burbujas débiles como el intento de detener un segundo. El hombre emite destellos de algo que surge de sí mismo y a veces ayuda, orienta algunas vaguedades destinadas a varar o estrellarse sin estridencias ni testigos, como un designio definido con precisión. Nos ofrece una mano, un picaporte, una llave, un puente tal vez. Entonces, los abismos se alejan, el rumor y la sal son parte de la música y el aroma del paseo y el camino es una transformación indeterminada: es el momento en que los sueños traspasan los ojos y se ponen delante, es la fecha en que mueren para resurgir en papeles, ideas, paños, telas, sonidos; el momento-ariete en que dejan el tibio capullo de nuestras mentes y vuelan hacia el otro, tu sentir testigo, tu gusto, tu tacto, tu oír, tu vibrar; todo en juego, todo apostado, todo volviendo a transformar sin planes ni senderos demarcados, jugando a ser un hilo constante de tramas urdidas sin la conspiración del que busca la eternidad ni la decepción del que se sabe desahuciado. Así descubre que autor es sustantivo colectivo.
SIN PISTAS NI SEÑALES
Hace 11 horas
16 comentarios:
Buen texto.
Lo escrito esta dentro del inconciente colectivo.
Y encuentra como salir, solo a través de algunas personas.
Un abrazo.
Buen texto. Al cementerio de los elefantes. Los gatos samieses hacen lo mismo, nunca mueren en su casa una buena costumbre.
Saludos.
Desde bien pequeño ya tenía presente mi final.
Cada vez con menos angustia.
Y probablemente en el futuro como una liberación.
Saludos.
Lo malo o bueno de los faros, es que guardan los secretos, resuelven los misterios, son testtigos de casi todo, pero no se mueven de ahí. Permanecen, hasta que alguno de nosotros se acerque.
Maravilloso. Pensar que el que escribe es la materialización emocional del ser humano, y no la mera ostentación de un ego condenado al olvido...Un abrazo.
Pensar que muchos viven como los dejan,otros de acuerdo a como se les plantea la vida y unos pocos viven realmente como quieren!!!!
P.D.:Los bueno de tener algo de los elefantes,es esa memoria cruelmente impecable...
MIS BESITOS EXPUESTOS :)
seamos, Noya, seamos!
sos groso, de veras
abrazo*
Las palabras, las historias, están en el alma de los pueblos, uno a veces es vehículo que les permite salir... no mucho más que eso.
Un abrazo, Javier.
En un libro de Emilio LLeidó "El silencio de la escritura" que leí hace tiempo y que recomiendo a quienes disfrutamos con las palabras recogí este párrafo que tengo guardado entre aquellas cosas que nos asombran por cuanto de enseñanza llevan implícita
" ...desgarradas de su autor, las palabras sólo pueden hacerse pensamiento en aquel que posa su mirada sobre ellas... "
"...el autor engarza por medio de él los eslabones de una memoria...que alimentan una historia,más o menos abstracta,de la que el texto es el eco... "
completamente satisfecha con tu"Manifiesto...
Un ABRAZO
Supongo que escribimos con la ingenua esperanza de derrotar al olvido, aunque también porque nos es imprescindible, sin saber bien por qué, pero con la certeza de que las palabras pueden aliviar nuestro tránsito por estas tierras. Y sí.. autor es un sustantivo colectivo.
Abrazo
adoré que repare en el instante en que los sueños traspasan los ojos, y se nos ponen delante.
Pensé en Foucault y la muerte del autor, creo que el soñador también muere cuando el sueño pasa a ser palpable y evidente; muere el soñador de lo soñado.
Resurgimos en letras, en sentimientos que van plasmándose desde nuestra alma.
Siempre es un placer leerte.
Un beso.
Somos autores?? o Dicho de otro modo : debiera existir la autoría como concepto?? Creo que la palabra esta dentro nuestro ( se va depositando gota a gira acorde percibimos el mundo) y a veces la descubrimos y otras no. Ni somos dueños ni nos corresponde su autoría. Quizás el único talento resida en el truco para manifestarla. Gracias Pancho, tu faro nos lleva a reflexionar.
Esto es ponerlo en palabras, para que transite y sea vivido en el punto exacto, como este momento que ya se va, pero no deja que sea olvido.
El propio reflejo de leer el texto es muestra de existencia, y la existencia es nuestra propia autoria.
Un beso Javier.
Siempre pensé que los textos, la poesía y en general la escritura de no envolverse y alcanzar un estado de universalidad son palabras yermas, pensamientos que se estrellan contra un muro.
Tendamos puentes...
Besos, Javier.
Las palabras nos elevan y nos hunden. Queremos saber. Y después ignorarlo todo.
Si conseguimos nuestro sueño anhelamos otro, ¿porque, qué somos sin una Atlántida? El soñador jamás cree cumplido su sueño. Es un eterno insatisfecho. Eros soluciona a veces estas cositas. A mí me funciona. En esos momentos me elevo a la categoría de diosa.
Saludos!
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