El tiempo circula descuidado
retornando a su partida
mientras la inocencia aguarda
-otra vez-
su carne hendida por la verdad.
Habrá festejos cargados de ironías
y las tarimas,
lúbricas de caridad,
elogiarán las carencias:
amores idos en noches furtivas,
vestidos perdidos en mesas de saldos,
pasos huyendo de sus propias huellas;
la sobra reciclada en juguete y fiesta
que la donación entrega
con misionera compasión.
Te llamarán digno y redento,
serás afiche de la conciencia,
te harán decente a plazo fijo
e inocente por portar pobreza.
Durará la eficacia del hechizo
hasta que tu boca
esboce alguna queja:
la magia de tus palabras
es magia negra
y cuando lleguen al estrado
serás sólo margen
lascivia
ignorancia
escoria
mal amante
mal amigo
mal obrero
mal escritor
mal periodista
¡mala persona!
Hijo del diablo
y de las putas,
fermento del vicio
y del robo,
impaciencia desdeñosa
de tu seguro paraíso
cuya llave se guarda
en la silente gratitud
de vivir en la miseria.
Cuando arribemos
a la estación
de los días ordinarios
el dorso de tus manos
será la culpable
de sus obscenas resacas.
Entonces
la cárcel del olvido
será el paraíso
que te guarde
hasta que el tiempo,
siempre descuidado,
se detenga en el día
en que la inocencia reciba
su próxima estocada.
retornando a su partida
mientras la inocencia aguarda
-otra vez-
su carne hendida por la verdad.
Habrá festejos cargados de ironías
y las tarimas,
lúbricas de caridad,
elogiarán las carencias:
amores idos en noches furtivas,
vestidos perdidos en mesas de saldos,
pasos huyendo de sus propias huellas;
la sobra reciclada en juguete y fiesta
que la donación entrega
con misionera compasión.
Te llamarán digno y redento,
serás afiche de la conciencia,
te harán decente a plazo fijo
e inocente por portar pobreza.
Durará la eficacia del hechizo
hasta que tu boca
esboce alguna queja:
la magia de tus palabras
es magia negra
y cuando lleguen al estrado
serás sólo margen
lascivia
ignorancia
escoria
mal amante
mal amigo
mal obrero
mal escritor
mal periodista
¡mala persona!
Hijo del diablo
y de las putas,
fermento del vicio
y del robo,
impaciencia desdeñosa
de tu seguro paraíso
cuya llave se guarda
en la silente gratitud
de vivir en la miseria.
Cuando arribemos
a la estación
de los días ordinarios
el dorso de tus manos
será la culpable
de sus obscenas resacas.
Entonces
la cárcel del olvido
será el paraíso
que te guarde
hasta que el tiempo,
siempre descuidado,
se detenga en el día
en que la inocencia reciba
su próxima estocada.