(Recomendable leer la primer parte)
La enfermera terminó su labor, desató la toalla, la reposó sobre su antebrazo y mientras languidecía la luz de la tarde se despidió de don Jaime, regresando por el camino que saboreaba con las puntas de los zapatos desplazando ese crujiente mar ocre. Se acercaba el momento de dejar la bandeja con las pocas pelusas del pelo de don Jaime en la zona de limpieza, terminar de asear a doña Rita y cargar los remedios con los que podría soportar la espera de volver al geriátrico la próxima mañana, retornar para calzarse el delantal y ser la enfermera, la que corta el pelo, limpia y susurra cosas tiernas; ser Nora, el nombre bordado en el delantal que la cubría mientras iba de un lado al otro saludando y siendo saludada, recibiendo órdenes y repartiendo su obediencia en cada tarea que desplegaba diariamente antes de llegar al Hotel Key, familiar, de tres pisos por escalera y siete piezas por piso, donde cada habitante se encerraba al anochecer mirando suspicazmente alrededor antes de abrir la puerta, en previsión de que alguna necesidad, maldad o simple diversión de alguno de sus vecinos le inflingiera algún daño. En el hotel no era Nora, sino sólo una pensionista de la habitación del segundo piso, al frente, donde las cuatro paredes la tragaban y la dejaban dentro, un secuestro disimulado con el encendido de un televisor donde se sucedían los noticieros, lo que exhibían grotescamente las estrellas de la farándula o lo que alguna película desgranaba de una trama intrascendente. Lo importante era ese estridente rumos que la mecía como un arrullo maternal hasta que las pastillas hacían efecto y la suspendían, esperando el próximo tronar del despertador para volver a ser Nora.
Entró a la habitación de Rita con la esponja húmeda y el pañal descartable. La anciana estaba en la misma posición que ayer, que antesdeayer y que hace dos semanas. Ya no le contaba lo bien que lo había pasado la noche anterior en su fiesta de quince años, con su vestido de organza blanca y falda amplísima girando como un halo de felicidad mientras bailaba el vals, que la protegería de cualquier contingencia durante toda su vida, lo rico que estaban los canapés y el champán que probó en ese momento por primera vez y las cosquillas que las burbujitas le hicieron en la nariz, lo esbelta que se sentía con esos zapatos de taco alto, porque ya podría usar tacos de mujer, lo feliz que se sentían todos bailando y comiendo cosas tan ricas, lo lindos que estaban mamá y papá y su hermano menor, siempre tan travieso, corriendo a través de las mesas; Nora sabía que el silencio actual le estaba pidiendo volver a la fiesta, que Rita hecha un ovillo, apoyada de costado, silenciosa, mirando a la pared de enfrente, añoraba esa fiesta más que a nada que hubiera vivido y que sería bueno para todas, especialmente para su hija que venía todas las tardes a sentarse en la silla apostada a los pies de la cama, acunando la cartera en las piernas y perdiéndose en el resplandor que se traslucía por la ventana de vidrios opacos hasta que de cada ojo le brotaba una lágrima que se escurría por sus mejillas; ése era el momento de sacar un pañuelo de papel, secárselas y retirarse tan en silencio como había llegado. Rita le pedía ahora, hecha un ovillo, tiesa, que la transformara en la crisálida que luego sería esa joven que viviera siempre en su fiesta de quince, que sólo ella podría ser su hada madrina pues la cuidaba, la mimaba, era muy suave limpiándola y siempre venía vestida de blanco como las hadas madrinas de los cuentos que hacían con su magia buena aquellos milagros increíbles que salvaban a los príncipes y princesas de todo peligro. Nora-hada, Nora-reina de los sueños, Nora sin varita pero con tres pastillas en la mano, preguntándole a Rita si ése era su deseo puesto que concedido no había forma de volver atrás. Nora-magnánima concediéndolo al no recibir respuesta y “el que calla otorga”, incorporando a Rita para poner los comprimidos en su boca y darle un poco de agua, acariciándola luego y preguntándole si se sentía bien, satisfecha, hasta que las luces de neón del parque comenzaron a distinguirse, anunciando que llegaba la hora de marcharse. Sintió su gratitud cuando Rita dejó de mirar la pared de enfrente, cerrando los ojos, y la satisfacción de poder decirle mañana a don Jaime lo bien que se había portado.
Entró a la habitación de Rita con la esponja húmeda y el pañal descartable. La anciana estaba en la misma posición que ayer, que antesdeayer y que hace dos semanas. Ya no le contaba lo bien que lo había pasado la noche anterior en su fiesta de quince años, con su vestido de organza blanca y falda amplísima girando como un halo de felicidad mientras bailaba el vals, que la protegería de cualquier contingencia durante toda su vida, lo rico que estaban los canapés y el champán que probó en ese momento por primera vez y las cosquillas que las burbujitas le hicieron en la nariz, lo esbelta que se sentía con esos zapatos de taco alto, porque ya podría usar tacos de mujer, lo feliz que se sentían todos bailando y comiendo cosas tan ricas, lo lindos que estaban mamá y papá y su hermano menor, siempre tan travieso, corriendo a través de las mesas; Nora sabía que el silencio actual le estaba pidiendo volver a la fiesta, que Rita hecha un ovillo, apoyada de costado, silenciosa, mirando a la pared de enfrente, añoraba esa fiesta más que a nada que hubiera vivido y que sería bueno para todas, especialmente para su hija que venía todas las tardes a sentarse en la silla apostada a los pies de la cama, acunando la cartera en las piernas y perdiéndose en el resplandor que se traslucía por la ventana de vidrios opacos hasta que de cada ojo le brotaba una lágrima que se escurría por sus mejillas; ése era el momento de sacar un pañuelo de papel, secárselas y retirarse tan en silencio como había llegado. Rita le pedía ahora, hecha un ovillo, tiesa, que la transformara en la crisálida que luego sería esa joven que viviera siempre en su fiesta de quince, que sólo ella podría ser su hada madrina pues la cuidaba, la mimaba, era muy suave limpiándola y siempre venía vestida de blanco como las hadas madrinas de los cuentos que hacían con su magia buena aquellos milagros increíbles que salvaban a los príncipes y princesas de todo peligro. Nora-hada, Nora-reina de los sueños, Nora sin varita pero con tres pastillas en la mano, preguntándole a Rita si ése era su deseo puesto que concedido no había forma de volver atrás. Nora-magnánima concediéndolo al no recibir respuesta y “el que calla otorga”, incorporando a Rita para poner los comprimidos en su boca y darle un poco de agua, acariciándola luego y preguntándole si se sentía bien, satisfecha, hasta que las luces de neón del parque comenzaron a distinguirse, anunciando que llegaba la hora de marcharse. Sintió su gratitud cuando Rita dejó de mirar la pared de enfrente, cerrando los ojos, y la satisfacción de poder decirle mañana a don Jaime lo bien que se había portado.
24 comentarios:
Es demoledor.
Yo no quiero vivir eso.
Bajo ningún concepto.
Y Nora... sin su trabajo que es?
Todos están mal.
Estamos mal.
Me temo.
Han pasado tres meses pero ha valido la pena la espera.
Saludos.
Que relato tan triste.
Muy emotivo. No me gustarìa llegar a eso.
Muy bien escrito, pero angustiante.
Que vida, la de las enfermeras.
Que mundo, este.
Un abrazo.
Estremecedor, casi violento,pero bien, muy bien escrito.
Yo quiero vivir, mientras esté VIVA, después ya no, me aterra pensarlo.
Un abrazo
Has creado a un personaje entrañable: Nora-ángel (la llamaría yo). Lo que para algunos parece que no es vida, para otros, el ayudar a los demás, comprenderlos, aceptarlos, e intentar que vivan en sus sueños, es una filosofía de vida que da sentido a su propia vida. Y tiene (debe) ser respetable.
Admiro el trabajo de este personaje porque yo jamás podría llevarlo a cabo, por eso mismo, valoro más su importancia. Total entrega. Otra forma de vida.
En cuanto a tu prosa, sinceramente, me parece admirable, de una fluidez absoluta y de una intensidad que no te deja respirar hasta que acabas el relato.
Enhorabuena, Javier.
Un abrazo.
Me da miedo envejecer. MI abuelo acabo así y creo que sólo tengo un recuerdo de el en pie.
Un abrazo enorme
Deliciosa historia Javier, a pesar de su tristeza.
Debo ser sincera y decirte que se salieron las lágrimas antes de lo previsto: es que me trajo a la mente a mi abuela quién murió de Alzheimer y ella también tenía otra vida en esos mundos...
Un beso o 2 !
Me encanta como escribes ;)
Tremendo, horroroso, es decir la circunstancia de Rita. Prefiero que me duerman. El relato muy bien llevado. Me entristeció pero me parece un buen relato.
Dejo un fuerte abrazo y gran beso.
Hasta pronto.
Muchas gracias por los comentarios. Es difícil y lo reconozco, pero lo desagradable es parte y arte también. Estos personajes rondaron en mi cabeza hasta cuestionar el contenido del verbo vivir. Y no puedo dar respuesta categórica: he aquí la ficción pero también la aflicción de algunos supuestos que la justifican mecánicamente y que, por lo menos, intento poner con alguna belleza en duda. Y que les haya gustado me alegra sobremanera, con el respeto que merece el dolor de quienes hemos sido testigos de algunas de las dolencias de los personajes.
Lo triste, entiendo yo, es que es un futuro posible para cualquiera.
Me perturba un poco pensar en esas cosas.
De cualquier modo me pareció muy bueno.
Un saludo.
Me gusta mucho como escribìs, como describìs y haces sentir.
Como a casi todos, el relato me llevò a un futuro que me desarticula, me da miedo. Supongo y se que se va llegando a ese momento mientras se va perdiendo conciencia de manera paulatina... me parece que uno se va adormeciendo con lentitud.
Pero aun asì, como alguien dijo mas arriba, quiero vivir, mientras estè VIVA. No mas.
Muy hábilmente, colocaste la palabra "Vida" en perspectiva. Tus personajes parecen decirnos ¿Y...? mientras nos encojemos, tragamos saliva e intentamos morigerar el caos de sentimientos al leerte.
Hace unos ocho años, una Mujer, deportista, viajera, independiente, de esas que marchan por la vida con una sonrisa de oreja a oreja, tuvo una apoplejía que la dejó cuadripléjica y sin habla. Ella me redimensionó dos palabras: Soledad y Vida. Como imaginarás, no he dejado de pensar en ella, con tus dos artículos.
Buen trabajo Javier! Un abrazo amigo!
Poderoso tu relato!
Me gusta muchísimo el personaje de Nora...esa vida que la espera después de "su" vida.
Dura historia, apasionante.
Un beso,maestro*
A pesar de lo soleado del dìa,por un instante se me humedecieron los ojitos al ver proyectadas varias imagenes en tus palabras...
P.D.:Pero ràpidamente se secaron al entrar en razòn de que no quisiera terminar mis dìas postrada y tan solo aturdièndome con los recuerdos como RITA...
Cuesta entender a la muerte como parte,engranaje de esta vida,ojalà cuando llegue pueda mirarla a los ojos con dignidad!!
BESITOS LÌMBICOS :)
y 14
javi, muy bien logrado el ambiente del relato y muy triste tambien. besitos
Muy buen relato amigo querido un placer entrar aquí, un abrazo enorme
Un poco triste.
Las personas que visten de blanco
me ponen a la defensiva
no les pierdo el ojo...
Besos.
La vejez es la meta de la vida
antes de la muerte.
Hay ancianidades honorables y dignas,
todo depende del estado físico
y mental.
Así es la vida,
un saludo
Me has puesto los pelos de punta de lo bien que lo has contado. Me he metido en el relato y acabando en suspiro de angustia, he llegado a la conclusión de que No es que no quiera envejecer sino, que no quiero llegar a la edad en que no me pueda valer por mi misma y creeme, si a alguien le aterra eso de depender de los demás, es a mi.
Nora me ha encantado. Es un milagro que nace de esa historia que sin ella, sería más terrible.
Te aplaudo, Javier.
Un beso.
Amigo mi tiempo es muy escaso hasta dentro de una semana prometo regresar con tiempo para leerte,abrazo y gracias por las visitas.
Excelente. Me gustó muchísimo.
Mi abuela fue Rita. Murió en la cama de un lugar así, sin reconocer a sus hijos o a sus nietos. Sus últimos años de lucidez (¿?) los vivió en el pasado.
Siempre me pregunté si sufría. Ella era ignorante de su realidad.
En cambio don Jaime ... pobre ... enojado con la vida, con su cuerpo, con su sino.
Y Nora encontró a qué aferrarse.
Qué decirte, Javier: excelente relato, me encanta como está narrado, el fluir de las palabras. Hay frases excelentes "al frente, donde las cuatro paredes la tragaban y la dejaban dentro, un secuestro disimulado con el encendido de un televisor..." o la creación de Nora, Nora Ángel, cuántas como ella tendrán las ciudades, con vidas que rozan lo miserable y sin embargo dan todo de sí.
Excelente texto
Abrazo
La necesidad de escapar de la realidad, de hacer de la ficción nuestro mundo, como algo menos doloroso. Es notable eso, porque eso le ocurre tanto a una persona postrada en el ocaso de la vida, como a una en la plenitud de la misma.
Un abrazo con pastillas
No imaginas lo cercano que, en estos momentos, resulta tu relato para mí. Hay circunstancias y situaciones en las que uno se cuestiona si los avances de la ciencia y la medicina por mantenernos con vida merecen la pena, cuando esa vida es algo ficticio que lo único que hace es añadirnos años vacíos... o no tan vacíos porque, bien mirado, están llenos de dolor, angustia y desesperación.
Cuando aprendamos a aceptar que tenemos fecha de caducidad, estaremos en el camino de entender lo que significa dignidad y sobre todo lo que significa VIDA.
Te felicito por la estupenda forma de narrar, por esa Nora, salvación, que has sacado a la luz de este mundo lleno de convencionalismos y de amores mal entendidos.
Abrazos.
P.D. ¿Por qué no pones un enlace a la primera parte? me encantaría leerla.
Publicar un comentario