Cuando tu sexo
me roza soy astilla
del paraíso
cuando en su transcurso nos regalan su amistosa unidad, nacen las palabras y deviene todo lo demás hacia quién sabe dónde...
Unos labios ajados
por tantos besos perdidos
tejía con la humedad
de este otoño de plomo
frases que, por su peso,
caían al vacío ni bien
traspasaban la ventana.
Sólo una,
remando con su propio lamento
y protegida por la niebla del tabaco,
quedó suspendida
en la deriva del cristal:
"llueve tanta melancolía...
y yo sin parapenas".